Autor: Pablo Cesar Luna Salas

Y tomamos rumbo hacia el Parque Nacional Natural Güicán o también conocido como Parque Nacional Natural el Cocuy, la diferencia del nombre radica a la cercanía de los picos glaciares; siendo más cerca Güicán de la sierra, sus habitantes están pidiendo ese reconocimiento a gritos, gritos que por lo general se pierden en la altura y la distancia, esperemos que sus voces generen el eco suficiente para que logre tal reconocimiento.

El parque está ubicado al centro-oriente del país, en el límite entre los departamentos de Boyacá y Arauca, con una extensión de 306.000 ha (3.060 km²).

En mi cuarto viaje pude llegar al Ritacuba Blanco (5.330 m s. n. m.) (el pico más alto de la cordillera Oriental de los Andes en Colombia); La Sierra Nevada del Cocuy tiene el glaciar más grande de Colombia, pero si quiere profundizar más sobre el parque pueden ingresar por cualquiera de los buscadores.

Al llegar a Güicán de la sierra, con nuestro grupo de viaje Travelgroupcol; la emoción se sentía en el aire, a pesar de la cara de cansancio después de más de 10 horas de camino desde Bogotá, nos recibió un clima frio, aire puro tomado a más de 2.963 mts de altura, flores de diversos colores, un verde de sus montañas que dan la sensación de tranquilidad y paz, en una tierra que en su momento vivió bañada en sangre por la llegada de los españoles, la templanza de un pueblo indígena que no cedió al miedo y posterior la lucha bipartidista de nuestra olvidada historia, al igual que la influencia por grupos al margen de la ley.

Hoy siendo un territorio de paz, da la bienvenida a cuanta persona quiera afrontar su reto personal, alpinistas expertos, o como en nuestro caso novatos; llegamos al hotel casa del colibrí, uno de los mejores del lugar, buena comida, es una casa colonial y cuenta una vista en su parte posterior que deja ver un gran cañón rodeado de eucaliptos.

Luego de instalarnos en el hotel, los guías nos llevan a una caminata de aclimatación, pasando por un camino de herradura, tan antiguo como algunas casas que aún se sostienen en el lugar, muros en adobe, campos de trigo y una impresionante vista de la sierra nevada, hasta llegar al peñón de los muertos, no contare el porqué de ese nombre, si quieren saber sería bueno que fueran, vieran y escuchen la historia que cualquier guía contaría; la duración de la caminata es de cerca de 4 horas ida y regreso, durante el trayecto altura aproximada de 3.400 mts, para así ver quienes presentan dificultad al respirar por la altura. Al llegar de nuevo al hotel nos dan comida típica del lugar, nos piden descansar lo mejor posible porque al día siguiente, la hora de partida será a las 4 a.m., y la caminata durará cerca de diez a doce horas ida y regreso.

Al amanecer, tomamos camino para iniciar el ascenso al Ritacua blanco, llegamos al punto donde está el personal de parques naturales, el frio entra con facilidad por mas ropa termina que se tenga, el inconfundible aroma del aire puro, y un amanecer impecable, indescriptible, nos da el saludo para subir uno de los picos más exigentes del parque. Mientras se asciende se ven campos utilizados para la ganadería, esa ganadería invasiva que inculcan que es lo mejor que se cuenta, pero bueno, poco a poco el paisaje va cambiando, empiezan a surgir los primeros frailejones y otra clase de plantas invasivas que luchan en su ascenso y han logrado ventaja por el calentamiento global, impidiendo que surjan más frailejones.

Aguas cristalinas descienden, con una pureza única, y con la garantía que al probarla alivia; el camino se hace poco a poco más escarpado, más árido, el sendero lleno de rocas sueltas dificultando aun más el ascenso y obliga a estar más atento a cada paso. A lo lejos se ve el pico, lleno de nieve y un camino en zigzag, que a cada paso que se da se gana altura muy rápido, dificultando así respirar, toda idea se hace más lenta, y fluyen esas voces interiores, esa idea del yin yang, el bien o mal, ángel y demonio, lo que quieran escuchar, pero esa voz se hace más fuerte, esa voz que dice como letanía que “no se puede lograr”, es muy dura la lucha junto con la otra idea que dicta que esta cada paso más cerca de la meta, que se puede, que si ya llego hasta ahí se puede llegar aún más lejos; la altura comienza a sentirse con fuerza, la deshidratación ayuda al cansancio y la inclinación del camino incita a renunciar. Pero al final van ganando las ganas de lograrlo, de tachar una meta, de tener una historia adicional en nuestro libro de la vida.

Pasa el tiempo y así mismo se hace más duro el ascenso, pasando por enormes rocas, poco a poco nos acercamos a la cima, el grupo es numeroso pero cada quien va con su ritmo, sus ideas, su visión del viaje, a la distancia los veo, se ven como hormigas debido a la ventaja que me tomaron. Al alcanzarlos en un punto de descanso, los vi felices de estar más cerca; Manuel subía con la mamá, dejando ver uno de las mejores imágenes que vi del viaje, ese amor de madre e hijo, logrando una meta en común, con las dificultades del ascenso, apoyándose el uno al otro, y mientras veía como subían nevó, lo que dio una sensación de agradecimiento gigantesca ante la vivencia.

Manuel y su mamá

Y al llegar, todos estaban tan sonrientes, se abrazaban, alzaban los brazos, unos lloraron de ver esa belleza indescriptible, ver la nieve a una altura cercana a los 5.050 mts. Después de casi 4 horas se alcanzó la meta; solo agradecí a la vida la oportunidad de estar ahí, a mi esposa ya que gracias a ella he alcanzado todas mis metas; estar rodeado de ese paisaje, esa sensación de lógralo, a pesar de mi peso, de la dificultad al respirar y de esa palabra dicha por otros, no lo va a lograr, vencer todos estos obstáculos, escuchar en mi mente we are the champions mientras todos sonríen, hacen de este viaje uno de mis mejores viajes. Un viaje tan duro de hacer que por eso lo repito cada año, para ver como la mente logra todo lo que se proponga.

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